La contaminación que ocultan muebles, limpieza y calefacción

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¿Puede el aire que se acumula en interiores ser tan nocivo como el que contamina la atmósfera?

Invertimos la mayor parte del tiempo entre cuatro paredes. Las del hogar, las del trabajo, las del centro comercial… incluso el interior de los vehículos es un lugar de uso extendido en el tiempo para muchas personas. Pensamos que son barreras seguras, y que tras ellas estamos a salvo de contaminantes, pero realmente no siempre es así, pues este enemigo invisible también está presente en el interior de los edificios. El aire de la cocina, del salón, el dormitorio, el gimnasio y la oficina puede estar contaminado, y es un factor de riesgo para la salud. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha cifrado en 2 millones el número de muertes atribuibles a la contaminación interior en el mundo anualmente, y ha clasificado este fenómeno como el décimo factor de riesgo evitable para la salud de la población general.

El incremento de las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) está relacionado con: mayor frecuencia de tos nocturna, sibilancias y uso de medicación broncodilatadora, tanto en niños como en adultos. Una lista a la que se suma el riesgo de padecer cáncer de pulmón.

«Las infecciones del tracto respiratorio inferior en niños, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y los tumores de las vías respiratorias en adultos son las principales patologías a las que nos exponemos», indíca la neumóloga Isabel Urrutia, coordinadora del área de Medio Ambiente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica. También reseña la importancia de afectación por contaminación interna en las personas con asma.

Un riesgo mayor para asmáticos, niños y mayores

Según recoge un artículo publicado en la revista Bronconeumología, los niveles de contaminación medidos en oficinas y viviendas, suelen estar muy por debajo de los límites permisibles para ambientes industriales. Pero también es cierto que, debido a las condiciones de humedad y temperatura, puede empeorar la percepción de la calidad del aire.

«Aunque no se puede afirmar que la peligrosidad de la contaminación interior iguale a la exterior, lo cierto que no se debe infravalorar, especialmente aquellas personas más sensibles a los agentes contaminantes como las que padecen asma, o colectivos como los niños y las personas mayores», asegura Urrutia. Y, mientras todos tenemos muy claro dónde está el enemigo cuando ponemos un pie en la calle, ¿sabemos cuáles son los contaminantes que deterioran la calidad del aire en casa y cuáles son sus fuentes?

La contaminación química es una de las principales amenazas. «Son productos de combustiones con mala ventilación o mantenimiento deficiente, como aparatos de calefacción, cocinas, estufas, refrigeradores y hornos de gas. Todos ellos liberan monóxido de carbono (CO), monóxido de nitrógeno (NO), dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (SO2 ) y micropartículas».

Entre todos, la experta destaca el monóxido de carbono, «un gas incoloro e inodoro que se produce por la combustión incompleta de sustancias que contienen carbono». Los calentadores portátiles que utilizan queroseno, las chimeneas de leña, las calderas o los calefactores en mal estado son las fuentes responsables de liberar esta sustancia. Por otro lado, «los hogares donde se continúa utilizando biomasa (madera, carbón, hierba, restos de cosechas…) también son espacios donde esas mismas sustancias pueden disminuir la calidad del aire», apunta.

La toxicidad de los muebles y los microorganismos

No solo un calefactor en mal estado o una caldera averiada son fuentes de contaminación, también pueden serlo muchos de los muebles que nos rodean. Según Urrutia, «el mobiliario de las habitaciones y los productos de limpieza son fuente de emisión de compuestos volátiles orgánicos que incluyen formaldehído, benceno o tolueno». El formaldehído ha sido clasificado como un carcinógeno humano, y es común su presencia en madera contrachapada, paneles y aglomerados usados en la industria del mueble. Esta sustancia también aparece durante los primeros meses de envejecimiento de algunos barnices, por lo que la emisión se puede mantener en el tiempo.

El benceno no es un compuesto mejor. También es un producto carcinógeno que tiene como fuentes principales las pinturas, resinas, aceites, plásticos, detergentes y el humo del tabaco. Tampoco en la oficina nos libramos de la presencia de la contaminación interior. Estar rodeado de ordenadores, impresoras y fotocopiadoras no favorece el mantenimiento de una buena calidad del aire, más bien al contrario. Según la experta, «tanto el material de ofimática y de oficina, como los líquidos correctores o soluciones fotográficas son fuente de compuestos orgánicos volátiles».

Otras fuentes están ocultas tras organismos vivos. Fiebre, dolor de cabeza, irritación en la garganta y opresión torácica. Es el cuadro que podría describir una persona expuesta de forma crónica a contaminantes biológicos. La causa son los hongos, los ácaros del polvo y las endotoxinas producidas por bacterias como la legionella. Este microorganismo está presente en las torres de refrigeración, los humidificadores y los cabezales de ducha, y es capaz de provocar brotes epidémicos. Esta situación es evitable si se mantiene una limpieza exhaustiva de los sistemas de ventilación.

Otro de los viejos conocidos de la contaminación biológica son los ácaros del polvo y los hongos, presentes sobre todo en la ropa de cama y de baño, en las alfombras y en los muebles. Se ha demostrado que la humedad y el calor favorecen su crecimiento y pueden encontrarse en duchas y sótanos con altos niveles de humedad, así como en el agua de los humidificadores y en sus filtros. Como el resto de las fuentes de contaminación interior, podemos minimizar la exposición a las fuentes que ensucian el aire. En este sentido, Urrutia aconseja tanto mantener una buena ventilación en el hogar como evitar encender las calefacciones, cocinas o estufas en mal estado.